Quién anda por la casa,
quién, con la sed de rastros,
recorre los pasillos transparentes del tiempo.
Quién anda con paso malherido
despojando de sus ropas a los espejos,
bebiendo el polvo y la sal y las sombras.
Quién se emperra
en leerle los labios a la muerte
que gesticula pálida desde la hamaca y se duerme.
Quién descascara la omertad de las paredes
para lamer una palabra, un gesto confidente, mendigando un signo,
el albur al menos de una paradoja arrojada a los ojos como arena.
Quién anda ahí,
detrás de todas esas puertas,
sedienta, azul, desconsolada
y a veces tierna.
Quién arrastra las llaves
por el viejo altillo
echando cerrojo a los recuerdos
y viceversa.
Quién vuelve y revuelve
en los roperos solemnes
esos gestos ajenos meciéndose en las perchas.
Quién insiste
en sonsacarle sus secretos al los sombreros muertos
y con insomnes preguntas despertar a los bastones de su siesta.
Quién cada noche
recorre los rincones,
con la porfía y el sigilo de una mancha de humedad,
tanteando en lo oscuro las respuestas.
Si la casa eres tú,
quién anda ahí,
detrás de todas esas puertas,
sedienta, azul, desconsolada
y a veces tierna.